CUENTOS DE NUNCA ACABAR
1987 – Producción independiente
Una colección de las que considero mis primeras canciones. Compuestas entre 1983 y 1987, grabadas en un pequeñísimo “home studio”, y editadas de forma independiente en un dispositivo de audio de nombre francés, muy popular por aquellos tiempos, y en el que todavía existían Lado A y Lado B.
Del cassette a la web, sin escalas.
LETRAS
Por principios
(Música y letra: Héctor Dengis)
Mi historia se agota y se comienza
innumerables veces, como el viento.
Y será porque no quiero terminarme
que hago declaración de lo que quiero.
Quiero gargantas que piensen en voz alta,
cerebros que crezcan en distancias
y espacios suficientemente grandes
para extenderme en abundancias.
Quiero cuerdas vocales vibradoras
y nada de afonías obligadas.
No quiero más silencios, salvo en las melodías,
y ni una buena idea en retirada.
Quiero ver pieles erizadas.
Quiero y deseo médulas erguidas.
Palabras hinchadas de coraje.
Corazones inflamados de alegría.
Quiero pulso y rítmicas punzantes.
Sacar de cautiverio a tus pupilas.
Inaugurar los puentes del intento.
Quiero más caridad y menos alcancías.
Quiero ojos atentos, inspirados,
para que no se nos escape un nuevo día.
Quiero ser interventor de los misterios
pues no nací para vivir a la deriva.
Necesito noches fatigantes,
de ires y venires por tu almohada.
Necesito esquilar tu alma de oveja
pues de la mía queda poco y nada.
Quiero sinfonías de relámpagos
y bandadas de hombres sonrientes.
Quiero que la nobleza no me ocupe de a ratos.
¡Quiero vivir apasionadamente!
Qué bueno que esta noche
(Música y letra: Héctor Dengis)
Qué bueno que esta noche esté tan fresca
y que el aire despida aromas limpios.
Qué bueno que las niñas se han dormido,
y el perro haya callado sus ladridos.
Qué bueno que la televisión sea mala
y que no tengas ganas de pintarte,
que las revistas cuenten tonterías
y los diarios no digan nada interesante.
Qué bueno que se han ido las visitas
y que haya duraznos en la heladera.
Qué bueno que no tengamos teléfono.
¡Qué importa que sea chica la bañera!
Qué bueno que esta noche no haya gritos
ni las balas silben amenazantes.
Qué bueno que las luces entre tenues
y dejen ver apenas lo importante.
Qué bueno que la lluvia haya llegado
justo cuando invadís mi costado.
Qué bueno que los cuerpos cambien alegrías.
Qué bueno que esta noche es tuya y mía.
Para un renacimiento
(Música y letra: Héctor Dengis)
No me pidan presagios
que alumbren el camino.
Prueben en propia sangre el porvenir.
No me digan que cargue
mis palabras con sombras.
La inquieta melodía habla por mí.
No me turben la luna.
Tráiganme primaveras
que los frutos ya están para explotar.
No me incluyan en trampas
ni en formas ni en maneras.
Mírense por las ganas de mirar.
Hagamos que al mal trigo
llegue la segadora.
Acopiemos semillas para el bien.
Desclavemos el cuello,
despabilemos ojos
que ahí vienen los rebaños por nacer.
No me pidan lo vano
ni lo grandilocuente
mientras esté lo importante por hacer.
Sí pídanme la risa,
la furia de los dientes
y un torbellino que violente mi papel.
Sobre ciertas ausencias
(Música y letra: Héctor Dengis)
Si algún día atardece y anochece
y mis manos no se posan sobre el piano,
es que las andan reclamando otros sonidos,
es que encontré vacías otras manos.
Si algún día atardece y anochece
y las luces de la casa no reflejan mi sombra,
es que ando buscando brillos por las calles
o huyendo de tanta umbría cosa.
Si algún día atardece y anochece
y mis ojos no se cierran con los tuyos,
es que ando en búsqueda de párpados abiertos
o despertando las retinas del futuro.
Si algún día atardece y anochece
y mi historia no aparece de visita,
es que ando escribiéndola en lugares,
en otras caras, ademanes y sonrisas.
Si algún atardece y anochece
y negué el sol, la luz, la miel, la tarde,
es que cargo con estigmas peligrosos,
es que hay signos de muerte por el aire.
Si algún día anochece y amanece
y no escuchás ni canto ni palabras,
es que estoy componiendo mi magnífica utopía,
es que estoy imaginando la esperanza.
Que salgan los poetas
(Letra y música: Héctor Dengis)
Que salgan los poetas de sus cuevas,
de sus tumbas, de sus precipicios.
Que se salgan los poetas de quicio.
Que desborden de golpe sus represas.
Que hay que hacer revolución de corazones,
de estómagos, pulmones y naranjas.
Que hay que hacer devolución de primaveras
a los que han perdido la esperanza.
¡Que se agiganten los ojos que ven lejos!
Que nada hay que pueda amedrentarnos.
Nada más terrible que la vida misma.
Nada más horrible que… que no haya canto.
Que canten los poetas y los hombres,
¡pero que canten, por lo que más quieran!
Vamos Pablos, Silvios y Migueles,
Césares, Albertos, Alfonsinas.
Carlos, Marías Elenas, Joan Manueles.
¡Vamos juntos, toda la juglaría!
Que hay que hacer anunciación desde esta tierra,
desde el hombre capaz, desde el eterno.
Desde la fauna, la flora y tu cabeza.
¡Que hay que aprender a despojarse de este infierno!
Desde los parques, hacer invocaciones.
Y en las terrazas. Y en las madrigueras.
¡Que hay que hacer revolución de los afectos,
que al fin y al cabo es lo único que cuenta!
Que canten los poetas y los hombres,
¡pero que canten, por lo que más quieran!
Cuentos de nunca acabar
(Música y letra: Héctor Dengis)
Así como en los cuentos infantiles
una vez en mí hubo una vez.
Un tiempo de aserranes y aserrines,
un tiempo de reinos del revés.
Tiempo que duró muy poco tiempo:
hasta que se nubló mi cielo azul,
y de la mano de otros tantos chicos
fuimos al entierro de Mambrú.
Y aquí empieza otro cuento,
un cuento que yo no elegí:
ya estaba allí.
Ahora ya soy parte de su trama
y todo sigue así…
Como en historias de piratas:
no hay puerto seguro dónde anclar.
Y hay un terco amor que nos delata
y un loro que no puede parar
de contar historias que ha escuchado,
viejos cuentos de nunca acabar,
cuentos demasiado complicados,
cuentos que no cuentan la verdad.
¿Y adónde va este cuento?
¿Acaso habrá de terminar
sin un por qué?
Si algo te ha quedado en el tintero
lo cuento otra vez…
Como en los cuentos infantiles:
una vez en mí hubo una vez…
Canción jazmín
(Música y letra: Héctor Dengis)
Hay aroma a jazmín en la avenida.
Y porque huele a jazmín huele a victoria.
Hay aroma a jazmín y a nueva gloria
recién amanecida.
Hay aroma a jazmín y a consecuencias
de jazmín ignorado tanto tiempo.
Hay aroma a ilusión. Y contraseñas
de jazmines sedientos.
Hay aroma a jazmines arrancados.
Y olfatos que no pierden su memoria.
Hay aroma a jazmín recuperado
de tanta deshistoria.
Hay aroma a jazmín en la paciencia.
Y en el dolor, jazmín cicatrizando.
Hay aroma a inquietud. Y en tu cabeza
jazmines germinando.
Hay aroma a jazmín, lo que es lo mismo
que decir que hay aroma a nueva apuesta.
Hay aroma a un amor que despereza
después de larga siesta.
Hay aroma a jazmín en los balcones
y en las persianas de esta algarabía.
Hay aroma a jazmín y a mediodía
en todas las canciones.
Hay aroma a jazmín inaugurando.
A jazmín que vuelve a sus oficios.
Hay aroma a jazmín empecinado:
a jazmín en su sitio.
Y habrá aroma a jazmín si persistimos
en llenar de jazmines las veredas.
Y habrá aroma a jazmín mientras sigamos
enamorados de las primaveras.
Mañana, despertar
(Letra: Bibi Albert. Música: Héctor Dengis)
Mañana, un día cualquiera,
amanecé a su encuentro,
gozá el descubrimiento,
la cita es en tu espejo.
Al pequeño horizonte
de azogue y de esperanzas,
se asomará un sol raro
parecido a tu cara.
Confiá en él solamente.
Hacete en adelante
tu pronóstico propio
de un tiempo alucinante.
Despertá a ese mañana
tan despejado y claro,
como el agua fresquísima
que a tu inercia ha lavado.
Cuando hayas visto al sol
brillando en tu mirada
sabrás que sos futuro
y que sin vos no hay nada.
Mañana, un día cualquiera,
no será cualquier día,
si entendés que en vos mismo
está la nueva vida.
Mañana, un día cualquiera,
amanecé a su encuentro,
gozá el descubrimiento,
la cita es en tu espejo.
El hambre de saber y sus consecuencias
(Música y letra: Héctor Dengis)
Sé que en algo mitigo
las hambres de otras gentes.
Sé, empero, que cocino
comidas complicadas.
Sé que no es conveniente,
a veces, digerirlas.
Sé que mucha música
no será interpretada.
Sé que lo inexorable
sacude mi ventana.
Sé que por acortarlas
se alargan las distancias.
Sé que toda promesa
impacienta al que espera.
Sé que no hay primaveras
en torrentes de lava.
Sé que hay criminales
que caminan impunes.
Y otros que andan honrando
la mano ensangrentada.
Ambos miden la vida
en diluvios de muerte:
sé que son siempre más
cuando los más se callan.
No habrá verso tranquilo,
no habrá calma en la casa,
no mientras se persista
en la vida enterrada.
Sé que alimenta a pocos
mi hambruna de palabras.
Pero acabo esta glosa
y algo no es como estaba.
Defensa del otoño
(Música y letra: Héctor Dengis)
Salgo en defensa del otoño
aunque sus aires no me favorezcan.
Porque otoño tiene calor de leños,
de guitarra, de vino, de tristezas.
Hago defensa del otoño
porque es tiempo de caldos de gallina,
de sacar la naftalina a las frazadas
y de olor a chocolate en la cocina.
Es por eso que el otoño entra en mi alma
tan como en mí entran sus atardeceres.
Porque tiene comarcas de rosales
y niños que se hamacan para siempre.
Vivo esperando del otoño
la decidida pereza de las siestas,
el intenso amarillo de sus soles
y esa fiesta de hojas en las veredas.
Amanezco los días del otoño
con poemas y pájaros nidando en mi cabeza.
Con esa fiaca que me viene al despertarme,
con esas ganas de quedarme en tu tibieza.
No es extraño, por eso, que al otoño
le abra mi corazón como a un hermano.
Es que negamos casi las mismas cosas:
la impiedad de las lluvias del invierno,
los tórridos calores del verano.
Sucede, señores, con el otoño
que nos parecemos demasiado.