YA ERA HORA DE NO TENER “PLAN B”
El Plan B tiene un rol ingrato en nuestras vidas.
Diría que hasta ofensivo: recordarnos que no creemos suficiente en el Plan A.
Su objetivo es desviarnos. Distraernos.
¿De qué? De lo primordial. De lo que para cada uno es primordial.
Ni bien ponemos a carretear nuestro Plan A, el Plan B nos llena la pista de “por las dudas”, de “pero”, de “fijate, no sea que”, de “pensalo dos veces”. De meteorología inconveniente.
La vida, entonces, se nos propone como un listadito de planes B, más tibios, exentos de pasión.
Eso sí, segurísimos.
El Plan A es lo que más queremos. El Plan B, la excusa.
El Plan A es convicción. El Plan B, conveniencia.
El Plan A es el barco. El Plan B, apenas un salvavidas.
QUÉ ES TENER “PLAN A”
Plan A es trabajar sólo en proyectos que me gusten. Me quedo corto: que me apasionen.
Tener Plan A es saber que el punto anterior, uno y único de mi nueva constitución, es absolutamente innegociable. Y reafirma que ante cualquier duda no consultaré médico ni psicoanalista sino que volveré un párrafo atrás. Y no cien pasos.
Tener Plan A es no sucumbir al confort de repetir el pasado.
Tener Plan A es no vivir empastillado por la queja sino desvelado por las ganas.
Tener Plan A es que el deseo noquee al miedo.
Tener Plan A es, en fin, tener proyectos que me mantengan fresco, activo, feliz.
Mi Plan A es, como dice la canción de Ivan Lins y Vítor Martins: “comenzar de nuevo y contar conmigo”.
Saber que soy mi socio principal. Y a la vez, que no quiero ser llanero solitario ni hombre orquesta.
Sé que soy un buen trabajador en equipo. Quiero invitar a producir mis proyectos a gente con la que sienta empatía. Y, por qué no, ser invitado a proyectos de otros, si me agregan sonrisa y puedo sumarles valor.
Todo indica que mi nuevo emprendimiento debería llamarse Plan A.
Rotundo no.
SERÁ “DENGIS DESIGN IDEAS & MUSIC”
Miren el isologo.
Ese anagrama, que me rondó siempre, cuadra a la perfección con mi hoy.
Y lo más importante: es el homenaje al coraje de mi bisabuela belga que me dejó ese apellido como marca de agua.
Ronald Shakespear, maestro del diseño gráfico argentino, lo dice con claridad: “diseña el cocinero que prepara el menú, diseña la maestra rural cuando organiza el día de clase, y diseña el músico cuando compone la partitura».
Suscribo esta definición y la hago mía en forma de ideas, contenidos, marcas, libros, músicas. Y todo lo que el corazón y la cabeza vayan dictando. No hay límites.
Quizás algunos sientan que no tener Plan B es suicida. Para mí es vital.
Si sale, sale. Si no, recibiré visitas en mi ashram.
Sólo estoy seguro de una cosa: no voy a quedarme con las ganas de intentarlo.
Héctor Dengis (Buenos Aires, Argentina)